Friday 4 July 2008

Colombia: Tocadas pero no hundidas

El Mundo (Spain) ran this piece by my then colleague Juan Munévar and me on 4 July 2008.

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El emotivo comunicado sobre el rescate de Ingrid Betancourt y de otros 14 rehenes secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ha sido una noticia bien recibida por todas aquellas personas y sus familias que han vivido una terrible experiencia, muchos de ellos durante casi diez años. El frenesí mediático es tan predecible como merecido. Sin embargo, sugerir que dicha noticia supone el fin de las FARC, tal y como dicen algunos comentaristas, es una exageración.

Las FARC han sido efectivamente golpeadas con dureza a lo largo de los últimos años. Las fuerzas gubernamentales dieron de baja en 2007 a algunos de los comandantes rebeldes más importantes y a dos miembros del Comando Central en marzo de 2008, incluyendo a su número dos, Raúl Reyes. Asimismo, en varias ocasiones han trastocado las comunicaciones de los insurgentes, dañando su cohesión interna y disminuyendo su ingresos ilegales. La muerte de su número uno y fundador, Manuel Marulanda, aparentemente por un ataque cardíaco en marzo, fue un bono para las autoridades colombianas, como lo fue también el llamamiento a las FARC en junio por parte del presidente venezolano, Hugo Chávez, para poner fin a su lucha armada.

La prolongada guerra de Colombia contra las FARC parece haberse desarrollado según los planes del Gobierno, con un importante reconocimiento internacional para el presidente Alvaro Uribe, por no mencionar el apoyo en su país, que supera el 80% de la población, así como el aplastante rechazo público hacia la guerrilla. Sin embargo, todavía es pronto para escribir el obituario de las FARC. Se trata de la insurrección más antigua de Latinoamérica y aún encuentra la manera de financiar sus actividades a través de la extorsión, la toma de rehenes y el tráfico de drogas.
Los triunfos militares de los últimos meses sólo darán resultado si se combinan con una estrategia política. En primer lugar, esto supone un avance importante en el desarrollo integral de las zonas rurales para consolidar la seguridad. Puede que las FARC estén perdiendo miembros debido a las deserciones de estos días, pero al mismo tiempo aún son capaces de reclutar jóvenes pertenecientes a las zonas rurales para unirse a su guerrilla de 8.000 – 11.000 efectivos. El estado debe asegurar que la vida en sus pueblos les ofrezca algo mejor. El gobierno debe aumentar considerablemente sus inversiones en infraestructuras para el desarrollo rural, de manera que existan alternativas económicas al cultivo de coca; un mejor gobierno y cobertura legal pueden proporcionar la base para una seguridad sostenible en un territorio libre de FARC.
Otro aspecto clave de la estrategia política debería haber sido una búsqueda constante del trueque de prisioneros insurgentes por rehenes capturados por las FARC. Sin embargo, los acontecimientos de esta semana han modificado radicalmente la posibilidad de que esto suceda.

Ambas partes necesitarán ahora repensar su estrategia para gestionar la liberación de los que continúan cautivos y el camino hacia la paz. El recate de los rehenes podría tener preocupantes efectos secundarios. Al margen del riesgo que conlleva humillar internacionalmente a una fuerza armada que todavía posee cientos de rehenes, este episodio hará a las FARC menos proclives a confiar en las buenas intenciones del Gobierno en cuanto a posibles negociaciones de paz y a eventuales acuerdos de post-desmovilización.

Habiendo sido esta semana tan rotundamente traicionados, los jefes de las FARC se mostrarán incluso más reacios a cualquier acuerdo con el Gobierno, que tendrá que llegar algún día para que esta guerra acabe de una vez por todas.


Juan Munévar es analista en Bogotá para el think tank International Crisis Group (ICG). Andrew Stroehlein es director de Comunicación de ICG y acaba de regresar de Colombia.

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